Huele a tristeza y soledad, se escuchan murmullos en la distancia que parecen gritos de socorro, súplicas acalladas por los llantos de los árboles, suspiros que se funden con las ráfagas de viento, lamentos arrastrados por la fuerza de las aguas penetrando en mis oídos, martilleando mi cabeza, destrozando mi alma hasta el punto de no sentir, de no saber quien soy, ni qué hago aquí, cómo he llegado o de donde vengo. Apenas soy capaz de mantenerme en pie, las piernas me pesan como anclas de un gran buque a la deriva en un inmenso mar de desesperación, mi corazón late con tal fuerza que quiere saltar de mi pecho, huir y dejarme solo ante la nada, dejarme vacío entre toda esta soledad que me ahoga, que me aprieta, que no me deja respirar.
No sé como reaccionar, mi cuerpo es débil, está cansado, no puedo correr, no puedo parar, quiero escapar de los llantos pero una lágrima se desliza lentamente por mi mejilla, la siento como si una cascada viva recorriera la comisura de mis labios, el sabor de la sal en mi boca me transporta fugazmente a un mundo en paz, saboreo ese momento como si fuera el único, el último tal vez.
A mi alrededor no existe más que oscuridad, pero no es negra, es una oscuridad gris, una oscuridad bañada por una pequeña mancha de luz, esa luz no me permite abrir los ojos, me resulta cegadora, fulminante y letal, pero es cálida y confortable como un lecho de rayos de sol que sustentan mi calma.
No entiendo que sucede, intento concentrarme, intento sentir mis brazos, mis sentidos están dormidos y quiero despertarlos, quiero recuperar mi alma, mis sentimientos, mi vida, me esfuerzo por saborear de nuevo ese instante salado, ese momento de paz en el que parece que todo se mueve a cámara lenta, me concentro en el aire que sale de mi boca, mi respiración es suave y profunda, al mismo ritmo de la situación, al mismo ritmo que se mueven mis brazos intentando buscar un abrazo, un abrazo acogedor en el que me fundo y me dejo llevar intentado olvidar, intentando no ahogarme en esta nada tan llena de todo.
He logrado que funcione unos instantes, en ese pequeño espacio de tiempo creo que he sido feliz, no he sido yo, ni siquiera sé quién soy, pero sé que he sido feliz, o al menos pienso que eso puede ser un ápice de felicidad.
No ha durado mucho, de repente me encuentro de nuevo entre multitud de lamentos ensordecedores que acallan mis ansias de vivir, tengo miedo, siempre he dicho que lo único que hace a un ser humano diferente al resto son sus ganas de sentir, de querer, de amar, de vivir en este mundo sin pensar en nada más, y ahora lo estoy perdiendo, lo único que me diferencia del resto, aquello que me hace especial, que me permite sentirme diferente, se escapa entre mis dedos como un puñado de arena.
No puedo permitir que me venza la situación, soy más fuerte que los gritos, más valiente que los llantos, más enérgico que un lamento y más poderoso que una súplica, mi alma está viva y no pienso dejar que exhale sus últimos versos, tengo que ser capaz de sobreponerme, ser capaz de luchar contra este gris cegador y de nuevo abrir los ojos, volver a mirar al mundo y sentir que formo parte de él.
Lucho contra nada y contra todo para volver a encontrarme, para poder sentir de nuevo mi cuerpo, para poder escuchar de nuevo mi mente, para descubrir quién soy y poder reconocerme, de repente siento que mi esfuerzo vale la pena, empiezo lentamente a notar los dedos de mis pies, los muevo arriba y abajo, siento mis piernas, mi pecho, mis brazos, mi cuello, siento mi alma, cuando estoy regresando de mi mismo un dolor intenso recorre todo mi ser, ahora me siento, y al sentirme descubro que no estoy bien, algo me sucede, ese dolor golpea contra mi cuerpo como una ola contra la roca, me arrebata todo mi poder, me deja exhausto, sin aliento, mi cabeza se vuelve pesada, no logro ponerme en pie, mis brazos son débiles y apenas logran sostener las manos, mis piernas están inertes, yacen en el suelo inmóviles, sin reacción alguna. Estoy asustado, muy asustado, no sé lo que sucede y creo que no quiero saberlo, de nuevo me invade esa sensación de miedo a la vida, de querer olvidarlo todo y desaparecer para siempre pero ese pensamiento me hace fuerte en mi dolor, quiero ser diferente, quiero ser especial, quiero ser yo.
A pesar del dolor logro incorporarme, noto en mis piernas latigazos que me atraviesan el alma pero soy más duro que ellos, soy más fuerte que mi propio dolor, estoy venciendo a mi cuerpo y mi alma se hace más robusta a cada paso.
Esa luz mantiene mis ojos cerrados, pero quiero ver de nuevo el mundo, un mundo que apenas recuerdo, no sé donde estoy, no sé cómo he llegado ni de donde vengo pero no me importa, sé que al abrir los ojos todo esto va a cambiar, voy a descubrir todo aquello que mi mente ha olvidado, todos los recuerdos que han sido borrados se reescribirán tan rápidamente que apenas recordaré el haberlos olvidado.
Mis párpados pesan tanto que no logro levantarlos, el esfuerzo es tal que un sudor frío recorre todo mi cuerpo. Lentamente mis ojos despiertan a la vida, estoy cegado por la luz, no me acostumbro a la intensidad del día, no hay oscuridad, sólo una ceguera blanca y brillante tan intensa que no me deja pensar. Poco a poco esa intensidad disminuye, aparecen sombras en ese blanco, los colores se abren paso entre las sombras y por fin distingo la inmensidad del horizonte. No hay detalles, solo una paleta de color, un cuadro en acuarela aún húmedo. Las formas empiezan a aparecer, distingo por fin el suelo debajo de mis pies y el cielo sobre mi cabeza, la distancia es infinita y el vacío se hace cada vez más pequeño. Las líneas se dibujan cada vez más perfectas y los detalles salen de su escondite para mostrarse en todo su esplendor. Fijo la mirada en un punto para despertar definitivamente mis sentidos, ese punto se mueve lentamente, con dificultad, es una mujer mayor, no logro entender porque pero sus colores se confunden con tonos rojizos, brillos carmesí recorren su rostro, entonces expando mi campo de visión, multitud de personas a mi alrededor, todo manchado de un rojo profundo, muchas yacen en el suelo inmóviles, otras caminan lentamente, ahora escucho con claridad los llantos, los lamentos, los gritos y mi dolor vuelve como una inyección letal de la que no puedo sobreponerme, en la distancia logro distinguir un edificio empapado en fuego, las llamas quieren escapar por las ventanas y apenas logran asomarse ligeramente, entonces siento calor, un calor intenso y mi mente comienza a entender, empieza a recordarlo todo y mi sufrimiento se hace tan inmenso que de repente me arrepiento de haber abierto los ojos, de haber pretendido ser diferente, de no haberme dejado morir.